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Por Claudia Vargas García , 5 de octubre de 2023 | 11:06

Chilenos consumen 100 litros menos de leche per cápita al año que en países desarrollados

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La cifra de consumo de ingesta de leche es valorada como una paradoja por la comunidad científica, debido a que las políticas públicas que promueven su consumo han sido fundamentales para que el país supere problemas como la desnutrición infantil.

Chile, el país con mayor incidencia de obesidad de América Latina, registra un consumo per cápita anual de casi cien litros por debajo de la que tienen en promedio los países desarrollados y al menos 30 litros por debajo del parámetro considerado como recomendable por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La estadística alarma a la comunidad académica y médica debido a que la evidencia científica reciente constata el efecto protector de los lácteos en la salud cardiovascular durante todo el ciclo de vida, según explica la nutricionista de la Universidad de Chile, Verónica Sambra.

Por ejemplo, la ingesta de lácteos bajos en grasas se ha asociado inversamente con la glicemia y la presión arterial. Además, algunos estudios han sugerido que el consumo de productos lácteos se ha asociado con menor riesgo de hipertensión, coagulopatía, enfermedad arterial coronaria y accidente cerebrovascular.

“Siete de cada diez personas en Chile tiene exceso de peso y, en ese contexto, los lácteos, de acuerdo a la evidencia reciente, podría tener un efecto protector por su contenido de nutrientes”, dijo Sambra, quien será una de las conferencistas del simposio Lácteos y Nutrición, un encuentro científico-académico organizado para conmemorar el día mundial de la leche escolar.

La cita, que es organizada por la Facultad de Medicina del plantel público y el programa Gracias a la Leche, del Consorcio Lechero, se llevará a cabo en el Campus Norte de la Universidad de Chile.

La cifra de consumo de ingesta de leche es valorada como una paradoja por la comunidad científica, debido a que las políticas públicas que promueven su consumo han sido fundamentales para que el país supere problemas sociales como la desnutrición infantil. Antes de la creación de las políticas públicas de alimentación complementarias, implementadas desde comienzos de la década del setenta y que tenían como alimento central a la leche, en el país morían uno de cada cinco niños nacidos vivos.

“La evidencia científica demuestra que, en general, las personas que consumen una adecuada porción de lácteos al día tienen menos eventos cardiovasculares y, si los tienen, son de mayor gravedad. La grasa saturada de la leche, a diferencia de la de carnes rojas o de cerdo, que altera el perfil lipídico y el colesterol dañino, tiene incluso un efecto protector”, añadió la académica del Departamento de Nutrición de la Universidad de Chile.

En Chile, el consumo de lácteos de 140 litros por persona al año, provenientes en su mayoría del queso (9,8 kilos), leche líquida (22 litros y yogur (12 litros). La cifra está por debajo de las recomendaciones de la FAO, que es de 180 litros, y muy distante de la ingesta de Suecia y Suiza, entre otros países que tienen consumos cercanos a los 300 litros.

El consumo de leche y lácteos en la población es considerado como un indicador de desarrollo y bienestar a nivel global. Según la FAO, el promedio de los países desarrollados es de 240 litros, y las naciones en desarrollo no superan los 80. En América Latina, Argentina supera los 187 litros. La FAO ha alertado recientemente sobre la importancia de los alimentos de origen animal, entre ellos la leche, como fuente clave de nutrientes.

Seis mil infartos mortales

Contrario a la premisa de que los productos con menor contenido graso podrían ser menos nocivos para el organismo, diferentes estudios dan cuenta de los beneficios asociados al consumo de grasas saturadas, proteínas y probióticos, y su impacto en reducir la probabilidad de morir por infartos o incluso, de sufrirlos, que estos sean menos severos.

“Tal como existen factores de riesgo”, subraya la nutricionista Verónica Sambra, “en el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, la hipertensión y la dislipidemia, también existen factores protectores. Uno de ellos, lo que se está planteando, es el consumo de lácteos, asociado a todos los nutrientes que aportan para disminuir el riesgo de condiciones cardiovasculares”.

En Chile, el infarto agudo al miocardio es la principal causa de muerte (con más de seis mil al año, según cifras del Ministerio de Salud), y solo en los últimos dos años el cáncer (en todas sus variedades combinadas) ha desplazado a las enfermedades cardiovasculares como el principal riesgo en la salud de la población.

Además, cifras oficiales dan cuenta que el 75 por ciento de la población vive con obesidad y un 12 por ciento ha sido diagnosticada con diabetes.

La académica de la Universidad de Chile detalla que, por ejemplo, en el caso de las personas con obesidad, el aporte en proteínas contribuye a una mayor sensación de saciedad, lo cual surge como una estrategia complementaria a un régimen alimentario para la disminución de peso. En la diabetes, los lácteos aportan a mantener los bajos índices glicéridos, debido a su contribución acotada de hidratos de carbono.

“Incluso, si la persona con diabetes está en tratamiento con insulina, un lácteo puede ser una buena opción de colación nocturna. En el caso de las personas con hipertensión arterial, que es otra de las enfermedades crónicas con mayor prevalencia en Chile, se ha visto que existe una mejora en los niveles de presión arterial. En síntesis, las personas se benefician de un menor riesgo de mortalidad y de sufrir eventos cardiovasculares”.

Un aspecto clave en su carácter protector es la presencia de las grasas saturadas.

Estudios internacionales han observado que en todos los continentes analizados se consumieron más lácteos enteros que descremados, por ejemplo, en América del Sur se consumieron 191,2 g/día de lácteos enteros y sólo 73,3 g/día de lácteos descremados y se observo que dentro de los lácteos enteros, los que aportan una cantidad mayor de grasas, especialmente saturadas, son la mantequilla y los quesos.

“El queso, al igual que la mantequilla, contiene una alta cantidad de ácidos grasos saturados, pero también incluye nutrientes beneficiosos. En un meta-análisis de estudios observacionales prospectivos, cuya mayoría tenían una duración mayor de 10 años, se evaluaron los riesgos de ECV total, cardiopatía coronaria y accidente cerebrovascular asociado con la ingesta de consumo de queso”, detalla Sambra.

El riesgo relativo resumen para el consumo alto versus bajo de queso fue protector, es decir, disminuye el riesgo para ECV total, para cardiopatía coronaria y para ACV, respectivamente, observándose las mayores reducciones de riesgo con una ingesta de aproximadamente 40 g/día, añade la especialista.

La nutricionista del Departamento de Nutrición del plantel público explica que los efectos fisiológicos de las grasas saturadas lácteas se perciben a nivel de absorción intestinal. Allí, forman una especie de jabón, que altera la absorción de las grasas y por ende mejora el perfil lipídico . También se perciben beneficios para la microbiota (la comunidad de bacterias que habita en nuestro intestino) al ingerir fermentados, entre estos la leche cultivada.

“Esto permite mantener una mayor flora intestinal, lo que hace que se absorban mejores los nutrientes. Es algo muy importante en personas con obesidad, porque por este hecho tienen altos niveles de estrés que afectan la flora intestinal, lo que puede ser repetido con el consumo de probióticos. Del mismo modo, la membrana del glóbulo de grasa lácteo nos ayuda en una serie de mecanismos asociados a mejorar la presión arterial”.

Se estima que una persona con obesidad que ingiere leche entera como colación, consumirá menos alimentos en su próxima comida. Además de un efecto positivo en el sistema inmune, la evidencia reciente muestra una contribución importante en la mantención de la masa muscular y la prevención de osteoporosis, riesgos a menudo vinculados con personas en edad avanzada, pero que también están afectando a individuos más jóvenes con exceso de peso.

¿Estrategia de salud pública?

La opinión de los especialistas, considerando la evidencia científica sobre el carácter protector de las leches enteras, es decir, con sus componentes de grasa y proteínas, apunta a que la leche podría ser valorada como un alimento de consumo masivo a nivel de políticas públicas no solo en poblaciones pediátricas y adultos mayores, sino también en el resto de los grupos etarios.

“El problema en Chile es que la gente deja de consumir lácteos de forma muy temprana. Por temas culturales reemplazamos la leche por el té o el café, que son productos que no aportan nutrientes como proteínas, magnesio, calcio, que son importantes. Incluso, hemos ido disminuyendo nuestra ingesta con el tiempo, en paralelo a un incremento en los problemas asociados al exceso de peso”.

Algunos estudios han sugerido que el consumo de productos lácteos se ha asociado con menor riesgo de hipertensión, coagulopatía, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular. El consumo de lácteos efectivamente baja el riesgo de padecer diabetes, gracias a un mejor control metabólico, y contribuye a la función y protección renal.

Las proteínas de alto valor biológico son fundamentales para los niños y esas las encontramos en la leche: vitaminas del complejo A, la B y la D, también el calcio. Todo esto aumenta el valor nutricional de los lácteos, contribuye al desarrollo integral y a prevenir condiciones tanto de su salud como de carácter social, destaca la especialista de la Universidad de Chile.

La leche proporciona micronutrientes que son vitales para el desarrollo normal de huesos y dientes durante los primeros años de vida. Es fuente de proteína, calcio, vitamina D y otros micronutrientes y se estima que puede aportar hasta un 40% de los requerimientos nutricionales en edades tempranas a través de los Programas de Alimentación Escolar (PAE).

La experiencia a nivel local que dejan este tipo de políticas públicas hace pensar a los expertos en los beneficios que podría tener la leche como un instrumento para el diseño de estrategias sanitarias de alto impacto. La última iniciativa al respecto fue la resolución vinculada con la fortificación láctea para revertir el déficit de vitamina D en varias regiones de Chile.

Esto además en un creciente problema de desinformación en materia alimentaria, que ha derivado en la expansión de las bebidas vegetales como un erróneo sustituto de la leche.

“Inicialmente su uso fue promovido para niños que desarrollaban alergia, pero esto ha derivado en una importante desinformación, en línea con el aumento de la población vegana y vegetariana, que deben ser asesorados para evitar deficiencia de nutrientes. Una bebida de arroz o almendra no aporta ni cercanamente la cantidad de proteínas de una leche de vaca. En esta encontramos un producto de base con todos los nutrientes”, enfatizó Sambra.

“Uno de los mensajes que escuchamos es que no podríamos consumir nada de origen animal y que el ser humano es el único mamífero que lo hace. No tiene que ver con eso, sino con requerimientos. Sin la leche de vaca y otros productos de origen animal no logramos cubrir nuestros requerimientos nutricionales. Y si no se consume, la persona debe recibir suplementación”.

Pese a sus deficientes cifras de consumo respecto al resto del mundo, en Chile existen más de 4 mil predios productores y la actividad del sector lácteo es una de las más tradicionales en sectores rurales de varias regiones del país, en particular en la zona sur. En 2020, la producción de leche a nivel mundial aumentó un 2,9%, alcanzando las 735 millones de toneladas, según datos de la Federación Internacional de la Leche.

Fuente: Consorcio Lechero

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